lunes, 24 de septiembre de 2007

Las pistas del destino


Esa mañana me levanté para ir al trabajo. Era un día de primeros de julio y no sabía si llegaba más tarde de lo normal porque ya no había cole. Como nunca llevo reloj me guío por la posición de los niños que me voy encontrando por el camino. Si me encuentro al niño cabezón con cara de escéptico en el paseo rojo es que voy tarde, si me lo encuentro en el mercado es que voy muy tarde y si me lo encuentro en la esquina del cole ya sé que mi jefe no me va a saludar cuando aparezca por la puerta.

No me paré a limpiarme las gafas en casa así que lo primero que hice al sentarme en el vagón del metro fue sacar mi funda con el trapito y frotar los cristales. Entonces pensé si la mujer que había visto antesdeayer en el super se habría colocado ya en las gafas la patilla que le faltaba.

Llevar unas gafas con sólo una patilla… Bastante triste, la verdad. A lo mejor es que esa mañana no estaba yo muy eufórica y por eso me había acordado. Como dice una amiga mía con look de hada (tiene el pelo por la cintura y le encantan las cosas que destellan), nada pasa porque sí. Un día de verano ella fue con un compañero de clase al Tibidabo con el que tonteaba desde hacía tiempo. En la montaña rusa, ella le dijo “Me gustas” al oído. Pero él no se enteró porque precisamente era sordo de ese oído. Y ella no lo repitió porque pensó que si había pasado así no era por casualidad. Si él no se enteró no tenía que volver a hacerlo y punto. Era una pista del destino. Ahora él es discjockey.

De pie, a mi derecha, una mujer de unos cuarenta años iba leyendo: “Cómo hacer que su matrimonio resulte fascinante”. Sentada, a mi izquierda viajaba otra chica con un dossier sobre las algas, que se ve que tienen más calcio que la leche. “Igual que la coca”, pensé, porque parece que la hoja de coca tiene millones de propiedades.

2 comentarios:

La tiradora de hilos dijo...

Ha sido un gustito olivar leerte en el metro. Algo así como si en medio del viaje pudiéramos tener acceso al hilo de pensamiento del compañero de asiento, con el mismo ritmo con el que se produce, con los mismos saltos, haciendo de la visión algo especial, igual que las bandas sonoras. ¡Celebramos esta inauguración!

Unknown dijo...

Ha sido también un gusto leerte, pero vamos recuerda que tienes que publicar más a menudo... Digamos que me lo debes...¡Que rápido he leido tu blog! Como tuvieras que leer el mío entero, "necesitarías merienda" como decimos por aquí...
Por cierto el relato muy bueno, salvo lo del "niño cabezón"... ¡Jo! No te metas con los de mi mismo gremio jejeje

¡¡Besitos!!